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M. A. K. Halliday

  • Foto del escritor: David Aller
    David Aller
  • 12 abr 2024
  • 4 Min. de lectura

El estudio pragmático de Michael A. K. Halliday es inseparable de su estudio lingüístico general, que se caracteriza como «un intento de explicación del modo en que son satisfechas las distintas funciones de las que consta la actividad lingüística a través de otros tantos componentes» (Jiménez Juliá 1986: 49). Este estudio sistémico que, en palabras de su creador, tiene por objeto «el entendimiento general de la estructura lingüística» (1986: 49), ha trascendido en los estudios del lenguaje como gramática sistémico funcional (SFG o SFL). Esta gramática es bien conocida por dos hechos: estar circunscrita al mundo anglosajón y estarlo, asimismo, a su ideólogo y difusor.

El principio descriptivo de la gramática sistémica se articula a través de la tríada de funciones rectoras que Halliday atribuye al lenguaje y que sirven para explicar el funcionamiento de cualquier lengua. Estas funciones son una actualización, desde una óptica funcionalista, de dos triparticiones clásicas: la gramatical –semántica, sintaxis y pragmática– y la comunicativa –las funciones referencial, expresiva y apelativa–. De la combinación de ambos sistemas se siguen las metafunciones ideativa, interpersonal y textual. La correspondencia, no obstante, no es unívoca. La primera, también llamada ideacional o experiencial, parte del concepto gramatical de la transitividad como esquema operativo para explicar los procesos semánticos; esta transitividad guarda una estrecha relación con el orden de palabras y los esquemas sujeto, verbo y objeto y, naturalmente, ha sido muy vinculada con el contenido proposicional (Brown y Yule 1993: 193); quizá el rasgo más identitario de lo experiencial en el lenguaje es la expresión de contenido, cuya marcación lingüística corre a cargo de los habituales papeles semánticos. La segunda metafunción alude al carácter social de las lenguas y sus marcadores identificativos son de tipo proposicional –las funciones sintácticas– y de modalidad clausal o enunciativa: esto es, el modo verbal, la polaridad y la modalidad –o, lo que es lo mismo, actos de habla o actos ilocutivos–; es decir, la segunda metafunción consiste en las maneras de recoger la actitud del hablante: afirmación y negación, pregunta, respuesta, mandato y petición o, en cuanto al modo, uso del indicativo o del subjuntivo. La tercera metafunción, que señala el contexto, consiste en la organización temática de los textos en tema y rema, que funcionan como marcas de identificación.

Al incluir lo proposicional y la modalidad como expresión de los roles sociales, Halliday desmonta la supremacía de la sintaxis y, si bien acepta indicadores como sujeto, predicado y objeto, los incluye en una metafunción más general. Para Halliday, la gramática sistemática funcional «concibe la lengua como un producto social que sirve de medio de comunicación entre seres humanos que viven en sociedad» (Mairal et al. 2018: 256). El interés y la novedad de la SFG radica en que su objeto de estudio es el texto –más que la oración– y, en especial, el estudio de los grupos tónicos y de las sílabas tónicas, absolutamente operativas en una lengua como el inglés. La novedad radica en que en su concepción social y semiótica de la lengua, esta ofrece al hablante diferentes opciones para que se comunique y este, al comunicarse, pone en juego, de manera simultánea, las tres metafunciones, cuyas atribuciones principales son de naturaleza semántica. Las tesis de Halliday y su concepción del enunciado como unidad mínima objeto de estudio –que él llama cláusula– lo relacionan con las orientaciones centradas en la lingüística del texto y del análisis del discurso, pero su dedicación a lo prosódico lo vincula con lo oral, que empieza a despertar de su histórica omisión. Los conceptos de tema y rema en la escuela praguense estaban centrados en la oración, si bien ya hubo autores que incursionaron fuera de ella: al cambiar de nivel y pasar al supraoracional, resulta pertinente plantearse si siguen operando como tema y rema o si, por el contrario, esa estructura binaria de los textos es otra cosa y debe recibir un nuevo nombre. Halliday mantiene la distinción nominativa y en la metafunción textual se refiere al theme o tematización, esto es, a la organización en tema (‘aquello de que se trata, el punto de partida’) y rema (‘el centro de interés, la información nueva’) de los discursos. Esta tematización es uno de los tres recursos que intervienen simultáneamente para construir cualquier acto de habla, cualquiera muestra de lengua natural.

La principal aportación de Halliday al estudio de las funciones informativas es la de distinguir de manera clara y precisa las funciones de tema y rema en el nivel oracional, ya ensayado en Praga, y también en el nivel discursivo, tan solo bosquejado anteriormente sin una teorización firme. Siguiendo a Jiménez Juliá (1986: 52), la metafunción textual se descompone en las siguientes clases de relaciones:

i. Relaciones de presuposición: ya sea verbal (anáfora y catáfora) o situacional.

ii. Relaciones estructurales: ya sea en unidades sintácticas (oración y cláusula) o en unidades supraoracionales (information units).


En palabras del propio autor (Halliday 2004: 88):

 

Below the clause complex, the grammar manages the discourse flow by structural means; and here there are two related systems at work. One is a system of the clause, viz. THEME. The THEME system construes the clause in the guise of a message, made up of Theme + Rheme. The other is the system of INFORMATION. This is a system not of the clause, but of a separate grammatical unit, the information unit. The information unit is a unit that is parallel to the clause and the other units belonging to the same rank scale as the clause.

 

Para Halliday, el lenguaje es una semiótica social y no debe verse como una estructura y un conjunto de reglas, sino como un intercambio de significados en contextos interpersonales. Halliday lleva el discurso a la oralidad e introduce un rasgo claramente identificativo, el del tono –del máximo interés para el inglés, dado que las funciones informativas se marcan mediante la entonación–. A modo de epílogo, el texto o discurso está organizado como «una representación de un proceso (dimensión ideativa), como una unidad de intercambio entre personas (dimensión interpersonal) y como un mensaje que transporta información (dimensión textual)» (Mairal et al. 2018: 269). Estas tres dimensiones son universales: esto es, se dan en todas las lenguas conocidas y en todas las que están por conocer.




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